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LA ROMERÍA DE ESPINAMA, SAN ESTEBAN Y SAN ESTEBÍN (26 y 27 de diciembre)

Por esa gran romería de Espinama ya en puertas... Uffff, qué recuerdos de aquel salón en la primera planta de la Obra Pía antigua, apuntalado para la ocasión y atestado de gente bailando, tanta que los niños no podíamos pasar entre las parejas que bailando pasaban sobre todo la noche hasta la hora de cenar, sobre las 22 horas, tiempo de parón y verbena hasta la madrugada, mucho más holgado el salón a esas horas, tanto que nos permitía a los chavalucos correr a pillar corriendo y driblando a las parejas que bailaban, recibiendo algún pescozón de algún mozo molesto por un empujón o pisotón o por haber hecho alguna carrera en las medias de cristal de sus chicas o bailadoras del momento.

La mañana comenzaba con la misa en honor del patrón y donde los músicos iban a tocar durante la consagración el himno nacional y luego un poco de música en el salón hasta la hora importantísima de la comida.

Todos invitábamos a familia y amigos de otros pueblos, nadie podía quedarse por el baile que no tuviera donde comer o cenar, había repesca preguntando a los que por allí merodeaban si tenían dónde comer... Eso era fraternidad y grandeza humana y para mi un orgullo enorme ser de un pueblo tan grande y hospitalario.

Las cenas que nuestras madres confeccionaban para tan grande ocasión era: chanfaina de primero, después de haber puesto unos platos para picar de jamón, chorizo y queso todo de lo hecho en casa y cortado como se hacía allí, en gordo, con vino sacado con jarras del garrafón o del carralejo, según lo que hubiera en cada casa. Después podía haber bacalao con tomate, carne asada del cordero matado para la ocasión y fuentes de abundantes patatas fritas y pimientos rojos para acompañar, o lomo conservado en la grasa en las ollas del arcón, cortado en filetes y dado una vuelta a la sartén y con la guarnición citada, queso picón o asturiano comprado a las mujeres de Sotres que bajaban a Espinama a venderlo o cambiarlo por patatas y vino, llegaban por aquellos años caravanas de caballerías con la carga esa y volvían por el mismo camino de Igüedri con la carga de patatas y vino comprado donde está Máximo ahora, entonces Rubín. Iban llamando puerta por puerta del pueblo para hacer la venta o el intercambio patatas a cambio del queso... Qué bonito y qué bien funcionaba tanto para unos como para otros y qué rico estaba aquel queso asturiano, ahora llamado de Cabrales forrado de unas hojas grandes creo de la familia de los plataneros.

Pues bien, eso era otra joya que se ponía en la mesa antes de los postres, merdosos si se tenía sangre guardada de la matanza seguramente de un par de días antes, brazo de gitano y o tarta de la abuela, hecha ésta de capas de galletas María mojadas en vino dulce o leche y capas entre medias de chocolate líquido espeso, flan lo mismo, mermelada de melocotón y leche condensada cocida y luego recubierta de chocolate negro espeso y con adornos hechos con la clara a punto de nieve y de copa la joya, orujo lebaniego o coñac o anís.

Ahhhhh....y eran dos días, San Esteban y San Estebín!!!

Que viva mi querido y añorado pueblo!!! Que viva Espinama!!!

Y por supuesto que viva Igüedri y resto de majadas, lugares de dónde llegó la buena leche que nos alimentó y que con la dureza de aquellas vidas y de aquella dura subsistencia, nos hizo, nos forjó así, como somos los de esa tierra.

Recuerdos ya nada más.

Chuchi Quina. 23/12/2017

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