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ESPINAMA

Tras dejar atrás Las Ilces, el siguiente pueblo en encontrarnos circulando por la carretera que desde Potes conduce a Fuente Dé es Espinama. Las primeras construcciones que nos salen al encuentro (un edificio de cuatro plantas dedicado a apartamentos, a la izquierda de la carretera, y los restos de una construcción de hormigón, a la derecha) pueden hacernos pensar que se trata de un pueblo desprovisto de identidad propia. Sin embargo, a medida que entremos en el pueblo y andemos por sus calles, nos daremos cuenta de que no es así.

Pero vayamos por partes. Primero, el emplazamiento. Las casas de Espinama se extienden por ambos márgenes del río Nevandi, en sus últimos cientos de metros antes de entregar sus aguas al Deva, y por la margen izquierda de éste (a la derecha, tan sólo quedan el cementerio y lo que en su día fue la fragua). Esta ubicación en torno a la confluencia de ambos ríos justifica plenamente la interpretación toponímica que hace el P. Eutimio Martino cuando indica que Espinama es un término de origen prerromano que significaría río.

Esta presencia de los ríos hace que, lógicamente, existan algunos puentes para salvar sus cursos. Destaquemos dos: el de "La Gatera", puente de un camino que conduce a Pido, enlosado, y con un bonito aspecto proporcionado por la hiedra que cuelga por su arco; y el Puente de San Vicente, situado junto a la iglesia vieja, construido a fines del siglo XVIII gracias a Alejandro Rodríguez de Cosgaya, y que es objeto de abundantes fotografías con la torre que hay en sus cercanías de fondo.

Esta torre es uno de los edificios más llamativos del pueblo. Por un lado, por su aspecto de torre (hay otra en las cercanías de la plaza principal, a la derecha de la carretera según se llega desde Potes) y por la original chimenea que presenta. Pero, sobre todo, por la inscripción que aparece en una de sus paredes ("Casa alegre me llamo; caro costé a mi amo; hecha tengo de estar a pesar de mi contrario; solo a Dios se debe lauro y a mi dueño fidalgo"). En el conjunto en que se encuentra podemos contemplar también una llamativa ventana que denota la importancia del edificio en su momento.

Otra inscripción existe en una casa en el barrio de Quintana, junto a la carretera, donde ésta hace una cerrada curva. Tapada por los rosales, bajo una de las ventanas y junto al horno, puede leerse quién la construyó (Gregorio García de Cosgaya) en el siglo XVIII. Casas de origen noble que no son las únicas en el pueblo. De hecho, la mayor de todas ellas ("la Casona") queda en el barrio de Resturo, el más alejado, bajo la carretera, saliendo ya hacia Fuente Dé. Presenta dos grandes escudos, además de adornos labrados en la piedra de las ventanas y en las maderas que conforman su corredor y su alero. Digno de admirarse.

También merecen admirarse los escudos de la Casa Rectoral, situada en la plaza, junto a la carretera, y el escudo que, rescatado del edificio de la Obra Pía de Alejandro Rodríguez de Cosgaya antes de su demolición, está hoy en la pared lateral de la nueva iglesia . Ésta, obra del arquitecto Ángel Hernández Morales, se encuentra en un pequeño alto, permitiendo contemplar una panorámica de todo el pueblo y su entorno, con las peñas de Somo y Remoña y el pico Valdecoro. En el interior de esta iglesia nueva destacan el Cristo Crucificado y la imagen de la Virgen, obras del escultor de Santillana del Mar, Jesús Otero. Por su parte, la iglesia vieja, del siglo XVII y sin elementos sobresalientes, permanece en su abandono junto a la carretera, esperando que su rehabilitación se complete. Está anunciada la instalación de un "Museo de Religiosidad popular de Liébana", aunque nada parece indicar que vaya a ser próximamente.

Por lo demás, andando por las calles de los diversos barrios del pueblo (bien asfaltadas todas ellas), se pueden encontrar aún rincones con encanto (como esas casas levantadas junto al río Nevandi, en el barrio de la Posada, situado a la derecha de la carretera), los últimos hórreos (los hay con cubierta a dos y a cuatro aguas, en los barrios de La Cortina y Quintana), algún reloj de sol, etc., etc. La cuestión es callejear y mirar con atención.

Finalmente, citemos el monumento homenaje a los hijos del Concejo (dos placas dedicadas a los vivos y a los difuntos), instalado en 2007.

© Gabino Santos