Portada
Portada antigua
Presentación
Ubicación y accesos
Algunos datos
Espinama en las Artes
Geografía
Los pueblos
Naturaleza
Imágenes
Rutas
Hostelería y servicios
Personajes
Retazos de historia
Tradiciones
Gastronomía
Enlaces
Vocabulario típico
Virgen de la Salud
Noticias
Mis críticas
Vídeos



Página alojada en

TRADICIONES



LAS PELEAS DE TOROS


Durante muchos años, cada uno de los tres pueblos del Concejo poseyó un toro propio utilizado como semental de las vacas del lugar. De la antigüedad de esta práctica da fe el hecho de que en 1625 se adoptara en concejo por los tres pueblos un "acuerdo sobre los toros", como consecuencia de haberse muerto inesperadamente el del lugar de Espinama sin contar con "bolsa" suficiente para reemplazarle. Pido y Las Ilces aceptaron adelantar dinero del Concejo a los de Espinama, con la condición de que en el futuro se les librara a ellos una cantidad igual.

Estos toros eran enviados a los puertos con sus vacas y de acuerdo con lo estipulado en las Ordenanzas concejiles. Allí permanecían mientras el tiempo lo permitía. Cuando las nieves llegaban y era preciso estabularles, cada lugar bajaba su toro al edificio propiedad del pueblo donde se le alojaba, conocido como "la cuadra del toro" o "la casa del toro".

No sólo este edificio era "del toro". También contaba -y cuenta- cada lugar con unos prados, llamados "prados del toro", que, trabajados comunalmente en los días señalados al efecto, suministraban la hierba seca de que se les mantenía en el invierno. Por tanto, el mantenimiento de esos toros exigía una organización, que se plasmaba en los concejos de lugar, a los que todos los vecinos acudían.

Pero, además de trabajo, los toros eran también fuente de diversión. Por una parte, las jornadas de convivencia entre los vecinos cuando iban a los prados del toro originaban gratos momentos. Por otra parte, además, todos los años se llevaban a cabo las "peleas de toros", entre los toros de un lugar y los de los otros. Estas peleas tenían lugar al principio de la primavera, generalmente el Domingo de Pascua, celebrándose frecuentemente en Pido, por contar con sitios llanos más aptos para ello, bien en El Cuérano-La Bolera bien en Las Hazas.

Como se puede ver en la fotografía que se acompaña, gozaban de gran aceptación entre los vecinos. Eran, además, una de las manifestaciones de la rivalidad existente entre los pueblos de Pido y Espinama, que querían mostrar su supremacía respecto al otro. Se llegaba, incluso, en ocasiones, a emborrachar a los toros para acrecentar su agresividad.

Estas luchas que pervivieron hasta la segunda mitad del siglo XX, han quedado reflejadas en "La Voz de Liébana" del 10 de abril de 1907. La noticia dice así: " Se celebró en Espinama, el domingo de Pascua, una lucha entre los toros de aquel pueblo y Pido, con apuesta de una gran merienda que concertaron varios vecinos de ambos pueblos, obteniendo el triunfo el toro de Espinama ". Otros años, claro es, el ganador sería el de Pido. Y la merienda, ofrecida por unos o por otros, prolongaba la fiesta vivida durante el combate.

Uno de los últimos vencedores de estas luchas fue "Platillo", un toro de Pido imbatible en las luchas con los toros de Espinama. Los de Espinama le "tenían ganas" y empezaban a preparar la pelea con mucho tiempo (recaudando dinero, por ejemplo, cuando los aguinaldos para poder echar al suyo pienso), pero "Platillo" siempre ganaba.

La práctica desaparición del ganado autóctono (de raza lebaniega, primero, y tudanca, después) y su sustitución por otras razas, junto a la implantación de nuevas prácticas, como la inseminación artificial, y el mayor individualismo implantado en la sociedad supusieron la desaparición primero de las luchas de toros y, después, incluso, de los toros comunales.

Estas luchas de toros, lejos de suponer, como alguien pudiera pensar, una manifestación más de las torturas a los animales, no hacían sino "regular" unos enfrentamientos que iban a tener lugar de todos modos entre los toros, cuando se juntaran en los puertos y trataran de determinar quién quedaba como jefe de la vacada. Organizando la lucha en los pueblos se evitaban los riesgos de que en la pelea en el puerto se dañara alguno de ellos o de que cayeran por algún precipicio. De este modo, cuando subían al puerto ya sabían cuál de ellos era más poderoso.

© Gabino Santos