El montañismo en los Picos de Europa da sus primeros pasos en la segunda mitad del siglo XIX. En 1853, los geólogos Casiano de Prado, Verneuil y Lorière ascienden a Torre Salinas; en 1856, el mismo Casiano de Prado asciende a Torre del Llambrión; entre 1855 y 1872 varios militares ascienden a diversas cumbres en labores topográficas... Antes de esas fechas no parece que los vecinos de Espinama, ni de los otros pueblos próximos a Picos, hubieran tenido inquietudes alpinistas, limitándose sus incursiones en lo que ellos, genéricamente, llamaban "la mala tierra" y "la Peña" a aquellas zonas a las que llegaban sus cabras y ovejas.
Es en esa segunda mitad del siglo XIX cuando los espinamenses empiezan a escalar las cumbres de Picos. Y lo hacen porque los geólogos, militares o alpinistas que llegan a Picos buscan entre los lugareños "guías" y porteadores (del mismo modo que en nuestros días contratan "sherpas" en el Himalaya). Los rudimentarios medios con que cuentan hacen de aquellas escaladas auténticas epopeyas.
El primer espinamense que consta como "guía" es Juan Suárez Caldevilla (1843-1916). Participó en la expedición geodésica que el 28 de julio de 1866 conquistó el Pico Cortés, cima que volvió a alcanzar en 1892 cuando acompañó al francés Conde de Saint-Saud, el primer gran divulgador de los Picos de Europa. Con éste ya había ascendido el 13 de septiembre de 1891 a Tiro Llago y con él subió también a Cerredo y a Llambrión el 30 de julio y el 1 de agosto de 1892.
Saint-Saud dice de él en 1893: «Es un tipo agradable y singular este montañés de prominente nariz, a menudo taciturno, y que de vez en cuando revuelve en su mente montañas, valles y fechas, dando pruebas de una confusión cerebral igual a su agilidad física.
Le hemos puesto el apodo de "La Trompa", a causa de su sempiterna y enorme pipa, de la que arroja bocanadas densas y espaciadas y que guarda en su bolsillo en las situaciones más escabrosas».
De su calidad de escalador da buena cuenta el siguiente texto de 1891 de Saint-Saud: «Juan nos lleva al borde de un escarpe inaccesible para otro que no sea él: descalzo, con la pipa en la boca, los brazos suavemente arqueados de modo simiesco para incrementar la adherencia a la roca, atraviesa sin una mueca esta pared a plomo. Nuestras protestas son vanas: es preciso decidirse a seguirle y no tenemos ni una mala cuerda.
Con su sólido puño sujeta nuestra mano, hace estribo con su rodilla, y pasamos en equilibrio inestable, jurando que no volveremos a pasar por allí, lo que no nos impide hacerlo poco después».
Después añadirá que «por imperceptibles hendiduras, este extraordinario trepador recorre la cresta y dice que hay un paso. Nos empuja como puede por una anfractuosidad donde el muro se hiende, y entramos en una especie de balcón que corona la roca con un resalte como de un metro de alto.
Al otro lado, la pared lisa. Juan es maravilloso, como lo fue ayer y como lo será en seguida.
Se tumba contra el muro, y con su cuerpo hace un puente sobre el que pasamos más muertos que vivos. Por el otro lado se abre el terrible canalizo que conduce a un estrecho saliente: Juan hace otra vez pasarela con su cuerpo y todos llegamos sanos y salvos a la vertiente opuesta.»
Parece normal que entre Juan Suárez y Saint-Saud se estableciera una cierta amistad que justificaría que en el viaje que, ya en 1908, hace el Conde a Espinama Juan le acompañe hasta Valdeón «advirtiéndome que lo haría gratis. Al día siguiente pasé todas las penas del mundo para que este buen hombre me aceptase, no un jornal, sino unas pesetas para gastos de viaje».
Es muy probable que algún otro espinamense acompañara a los militares en sus reconocimientos y observaciones de los vértices geodésicos, pero no constan sus nombres.
El segundo guía conocido del Concejo participó también en las expediciones del Conde de Saint-Saud. Es Jerónimo Prieto Compadre que, aunque nacido en Portilla de la Reina en 1855, estaba afincado en Pido, donde murió en 1943. Protagonizó el 9 de julio de 1890 la primera ascensión conocida a Peña Vieja, junto a Saint-Saud y Cosme Soberón (de Turieno). Saint-Saud escribe que la subida desde los "Tiros del Rey" les llevó «una media hora» y fue «por rocas bastante inofensivas».
Jerónimo Prieto fue, años después, en 1913, el principal impulsor de la creación de la Real Sociedad de Picos de Europa que, con sede en Potes, constituyó un cuerpo de guías en Picos y la Cordillera formado inicialmente por diez hombres, seis de Tresviso y cuatro de Potes.
Otros dos guías de Espinama utilizó Saint-Saud en sus expediciones, en concreto en la de 1892 (en la de 1893 parece que se le ofrecieron muchos en Espinama pero optó por el ya conocido Juan Suárez). Fueron Cayetano Rodríguez de Cosgaya y Bernardo García. Ambos formaron parte del equipo que coronó las torres de Cerredo y Llambrión, en el que también estaba, como ya se dijo, Juan Suárez. De Bernardo dice Saint-Saud: «es buen montañero pero, como todos los cazadores, su noción de las cimas se reduce a la de los puestos de tiro. La cima le es tan indiferente como deseada es para nosotros». Bernardo llevaba como calzado en esa expedición sus albarcas mientras que Juan debió tener problemas con el suyo ya que, según cuenta Saint-Saud, en determinado momento, «Juan, filosóficamente, se sienta sobre una piedra, se descalza y, en medio de nuestra estupefacción, se hace hacer una operación de cirugía menor, muy frecuente en los establecimientos de baños. El operador es Cayetano, que une el oficio de pedicuro al de herrador, utilizando como bisturí una enorme navaja, más útil para apuñalar a un rival que para podar un callo».
A los tres (Juan, Cayetano y Bernardo), dedicó el Conde estas palabras: «Admiro la prestancia de nuestros porteadores, siempre con la pipa o el cigarro en la boca. Gentes fuertes y honradas, no tienen más que un defecto: no les gusta llevar cargas pesadas. Pero, en cambio, son leales, sobrios y corteses.»
Es posible que algún otro espinamense participara en alguna de las grandes expediciones del Conde de Saint-Saud (Víctor López y Pedro de María aparecen en una fotografía tomada en Ándara el 19-7-1893, por ejemplo). En la última, de 1924, más ligera (Saint-Saud tiene ya 71 años), en la que acude con dos de sus hijas, suben a Peña Vieja con ellos Guillermo Rivas, Lino González y Vicente Briz.
Y es posible también que espinamenses participaran en las expediciones de otros de los personajes pioneros en la conquista de los Picos de Europa. Sirvan estas notas, como recuerdo y homenaje a todos ellos, que con su labor, que muchas veces pasa desapercibida, contribuyeron a los logros de aquéllos.
Fuente principal: Conde de Saint-Saud, Por los Picos de Europa. Dsde 1881 a 1924, con prólogo y comentarios de José Antonio Odriozola, Ayalga Ediciones, 1985. La imagen que se reproduce está tomada de este libro.