HÓRREOS DEL CONCEJO DE ESPINAMA



Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, un hórreo es una "construcción de madera o piedra, aislada, de forma rectangular o cuadrada, sostenida por columnas, característica del noroeste de la Península Ibérica, donde se utiliza para guardar granos y otros productos agrícolas". El fin de los hórreos era mantener los artículos en ellos guardados fuera del alcance de los roedores y de la humedad.

En el Concejo de Espinama existen varios y, en el pasado, existieron muchos más. Los que se conservan, junto a otros del resto de Cantabria, han sido incluidos como Bienes Inventariados del Patrimonio Cultural de Cantabria en noviembre de 2009, después de que, en varias ocasiones anteriores (1979, 2003) se iniciaran expedientes para su reconocimiento como tales sin que llegaran a buen puerto. La declaración se justifica porque «tienen méritos suficientes para ser protegidos, ya que son expresivos de los modos de vida que, a través del tiempo, han sido característicos de las gentes de Cantabria». Por ello, son las únicas construcciones del Concejo que cuentan con algún nivel de protección a nivel regional.

Partes del hórreo

El elemento más característico de los hórreos son las columnas (en terminología de la R.A.E.) que separan a la construcción en sí del suelo. Estas columnas reciben en Espinama el nombre de postes, siendo normalmente de madera y de forma troncopiramidal. Excepcionalmente, podían ser de piedra como sucedía en uno de los de El Otero.

Nombres de las partes del hórreo en Espinama. Pulse para verlo a mayor tamaño Estos postes reposan sobre una piedra que los sirve de base, llamada solera de abajo. Sobre ellos, coronándolos, llevan otra piedra, la solera de arriba, de gran importancia por cuanto de ella dependía que los roedores que ascendieran por el poste no pudieran llegar hasta los productos almacenados. Por ello, esta piedra debía sobresalir del poste.

Sobre los postes y la solera de arriba reposa el cuerpo del hórreo, a entre 1,5 y 2 metros del suelo. De madera son las vigas así como los tablones, perfectamente entrelazados entre sí, empleados tanto en las paredes como en el suelo. Para la unión de las tablas no se emplean clavos sino, exclusivamente, pinas de madera. Tienen cubierta de tejas que puede ser de dos o de cuatro aguás (así, con acento), coronándose en este último caso el punto de unión de las cuatro con una laja de piedra allí colocada. Los de cuatros aguás son, y fueron, más numerosos, pese a que son más sencillos de construir los de dos aguás.

Tanobia y escalera vistas desde arriba Para acceder a esta construcción se cuenta con una escalera de piedra, de diversos escalones, según la altura, separada ligeramente de la tanobia, tablón largo de madera colocado en la pared del hórreo en la que se encuentra la puerta, o puertas, con sus cerraduras. Unas veces la tanobia abarca toda la pared y otras, simplemente, desde la viga hasta poco más de la puerta.

En algunas ocasiones, los hórreos cuentan, o contaban, en alguno de los otros lados con un tablón semejante a la tanobia donde se colocaban colmenas.

Historia

La primera mención documental que conocemos de hórreos en Espinama data del 26 de julio de 1463 y se encuentra en el Cartulario del Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Ese día, el prior Fray Martín de Miranda da en arrendamiento a Gutierre González de Espinama un solar con casa, hórreos y molino en Espinama, junto a la Posada, al que agrega varios prados y tierras en préstamo, por la infurción anual de 9 eminas de trigo. Esos hórreos no eran, sin duda, ni los únicos ni los más antiguos de Espinama. El hecho de que en el mismo Cartulario se citen hórreos en Liébana desde el año 831 nos indica que llevaban siglos en la comarca y, si no aparecieron citados primero en Espinama, fue, seguramente, por las pocas escrituras relativas a este pueblo que se conservan en el referido Cartulario.

A medida que la documentación que ha llegado hasta nosotros es más abundante, las citas a hórreos en el Concejo de Espinama van en aumento y nos permiten saber de su existencia en los tres pueblos del Concejo e incluso en barrios concretos. Sabemos, por ejemplo, que en 1629 se habla de un "suelo de hórreo" junto a la ermita de Santa Eugenia, en Espinama; en 1686 se mencionan hórreos en dos barrios de Pido, El Otero y Braniella; en 1721, es en el barrio de Rasturo, en Espinama, en el que se ubica otro; y en 1748 se habla de uno en el sitio de Migaldera, en Pido. Además, en los siglos XVII y XVIII proliferan escrituras que se refieren a hórreos sitos en Pido, Espinama o Las Ilces, sin especificar barrio.

En estas escrituras, los hórreos son objeto de todo tipo de operaciones: desde compraventas hasta cesiones en renta. Alguna de ellas con condiciones sorprendentes, como la compraventa llevada a cabo el 23 de octubre de 1611 con la condición de que el comprador "le levante y quite de allí y ponga en otro sitio y haga de la su voluntad porque el suelo y sitio de él se queda para mí", dice el vendedor, quien precisa que este hórreo estaba hasta entonces "delante de las puertas de mi casa", algo que era habitual en casi todos los hórreos. Este traslado de sitio (relacionado muy posiblemente con la preocupación por las vistas de la casa) debió ser, por aquella época, algo excepcional, poco frecuente.

En una de estas escrituras se dice que el hórreo se vende con su madera, teja, "llaves y cerraduras y las paneras y troxas", lo que nos da idea de que, en su interior, contaban con arcas o recipientes específicos.

Imagen de las Respuestas Generales de Espinama del Catastro de Ensenada De la abundancia de hórreos en el Concejo dan testimonio los memoriales del Catastro del Marqués de la Ensenada (declaraciones de sus bienes realizadas por todos y cada uno de los vecinos). De ellos se desprende que en 1752, había en el Concejo en torno a una cincuentena de hórreos, de los que 29 eran de un sólo propietario y el resto eran compartidos por al menos dos propietarios. Hay quien tiene 3/4 de un hórreo, 1/3, 1/2 (lo más frecuente), 1/4 (también abundantes) y dos declaran tener la mitad de un cuarto, o sea 1/8. Son divisiones originadas fundamentalmente por las herencias que, después, se perpetúan mediante compraventas, aunque en bastantes ocasiones éstas tienen por objeto agrupar lo previamente separado.

En cuanto a los tamaños de estos hórreos, el Catastro nos da información interesante. Las dimensiones son expresadas normalmente en varas, aunque alguno hay del que se dice que era de "una braza en cuadro" -es una mitad-. Son, expresados en varas, de 5x5, 4x4, 6x6, 4,5x4,5, 8x8... Predominan ampliamente los cuadrados, pero también los hay de 4x2, 8x4, 4x5, 6x4... Una vara equivale aproximadamente a 0,83 metros mientras que la braza era prácticamente el doble (1,67 m.).

Al menos, siete de aquellos hórreos de 1752 se encontraban alquilados por sus propietarios, aunque alguno no percibiera renta alguna, si hemos de creer su declaración. De la mitad de uno de los hórreos se dice también que está perdida, lo que denotaría el estado de ruina en que se encontraba alguno de ellos.

En ruina había estado también el hórreo en el que el Concejo guardaba su archivo y el pan del pósito, según se dice en alguna de las visitas llevadas a cabo por los Corregidores de Potes o sus Jueces de visita, como en la de 1690 en que textualmente se dice que: "Otrosí mediante Su Merced ha visitado el archivo de papel de dicho Concejo. y le halló en un orreo el archivo falto de dos cerraduras y el orreo sin teja un pedazo de[é]l", mandó que le entejaran.

Buena parte de aquellos hórreos llegan hasta el siglo XX, en cuya segunda mitad se va a producir la desaparición de la gran mayoría de ellos. ¿Motivos? Con el paso del tiempo, los hórreos van perdiendo utilidad. La mejora de las comunicaciones hace que no sea necesario buscar la autosuficiencia en el Concejo, de modo que el cultivo del trigo, por ejemplo, desaparece totalmente. La llegada de la electricidad y de elementos como los arcones frigoríficos aporta nuevos "almacenes" para los productos de la matanza, productos que, en sal, se solían conservar en "cuezus", duernos o arcas dentro de los hórreos. Ya antes, la difusión en las viviendas de corredores y desvanes que sirven, hasta cierto punto, para cumplir la misma misión de los hórreos, los había dejado en mala situación..Todo ello hace que los hórreos se vayan dejando de utilizar progresivamente.

Anécdotas y curiosidades

En el interior de los hórreos el grano, frecuentemente, no se depositaba directamente sobre el suelo sino que se ponía sobre unas lajas de piedra. Se hacía así porque había quien se dedicaba a barrenar el suelo, haciendo un agujero por el que robaba el grano. Al poner la piedra se acababa con ese riesgo.

Otro hecho en el que debían poner mucho cuidado los dueños de los hórreos era en que los cabezones de los carros que se ponían bajo ellos no llegaran a contactar con el hórreo ya que, de hacerlo, los ratones podían acceder a través de ellos, impidiendo que se cumpliera el objetivo principal de los hórreos.

El suelo de los hórreos, precisamente, ha sido también fuente de algunos conflictos y es que, en relación a él, había dos tipos de hórreos: los levantados en una finca particular, en los que el suelo era del dueño del hórreo, y los que estaban en calles públicas, beneficiados probablemente de alguna concesión. En éstos, el suelo bajo el hórreo no era del dueño y cuando desaparecía el hórreo quedaba de dominio público lo que dió origen a algunos conflictos ya que algunos dueños pretendían tener derechos sobre el suelo, quizás porque, tras el paso de varias generaciones desde la concesión, no recordaban esa circunstancia.

Por otra parte, en unos tiempos en que los juegos eran todos en la calle y los juguetes eran una "joya", los hórreos atraían de modo especial a los niños. Dos octogenarios recuerdan, todavía hoy, cuántos "tejazos" tiraban, en sus tiempos mozos, en un hórreo de Espinama. Unos desde dentro del hórreo -entonces, ya fuera de uso, aunque en buenas condiciones- y otros desde fuera se lanzaban con trozos de teja.

Incluso, más recientemente, en los años 1970, los niños que iban a la escuela en Pido, jugando en un hórreo de Migaldera descubrieron algo de pólvora en él y, al parecer, explotó causando daños en los dedos a uno de ellos.

Como vemos, los hórreos estaban presentes en la vida de todo el pueblo.

Hórreos del siglo XX

En los enlaces siguientes se accede a una imagen de cada pueblo en la que hemos situado los puntos en los que existe o existió un hórreo en el siglo XX, de acuerdo a los testimonios y fotos antiguas que hemos consultado. Pulsando sobre el círculo pequeño de cada uno de ellos se puede acceder a imágenes y datos referentes a ese hórreo.

Hórreos de Espinama Hórreos de Pido Hórreos de Las Ilces



Agradecimientos

Agradezco a todos los vecinos que me han facilitado información o fotos y a los que han aguantado mis preguntas, su colaboración. No los nombro ante el riesgo de dejarme alguno pero que todos ellos sepan que tienen mi reconocimiento. También, a Virgilio Fernández Acebo, del Centro de Estudios Montañeses. Muchas gracias a todos.

Adición

Los investigadores Joaquín González Echegaray, Virgilio Fernández Acebo y Carmen Pérez Martínez, miembros del Centro de Estudios Montañeses, han realizado un estudio titulado «Los hórreos en Cantabria (España): estado de la cuestión al año 2010», que ha sido publicado ya en 2012 en el número correspondiente al año 2011 de la revista "Kobie Serie Antropología Cultural" que edita la Diputación Foral de Vizcaya. Lógicamente, estando en el Concejo de Espinama un alto porcentaje de los hórreos cántabros (y procediendo de él algunos de los situados en otros lugares), no faltan las menciones a Espinama y a este estudio sobre los hórreos del Concejo. El trabajo ahora publicado se puede ver aquí.

© Gabino Santos Briz

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