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PREHISTORIA DE ESPINAMA

Entendemos como prehistoria el periodo que comprende hasta el momento en que las fuentes escritas se refieren a los términos del Concejo. La falta de otro tipo de fuentes hace que lo que podamos decir de la Prehistoria del Concejo de Espinama no sea mucho y, en buena parte, basado en suposiciones.

¿Cuándo empezó el hombre a habitar estos territorios? José María Rivero en su libro "Cantabria, cuna de la humanidad" situa por estos pagos el Paraíso. Adán, Eva y compañía habrían partido desde estos territorios y otros contiguos. No deja de ser una sorprendente teoría que nos limitamos a recoger.

Durante los diversos periodos del Paleolítico, los términos de lo que hoy es el Concejo de Espinama no debieron ser asiento de habitante alguno. De hecho, el yacimiento conocido más próximo con restos de esta época está situado a más de 30 kilómetros de distancia, siendo el de la cueva de la Mora, en Lebeña.

Sería con el retroceso de los glaciares y, más probablemente, durante el Neolítico cuando algunos grupos humanos harían incursiones temporales en lo que después será el Concejo de Espinama. Luis César Teira Mayolini ha localizado hasta doce monumentos megalíticos en zonas del Concejo o inmediatas al mismo (tres en Pedabejo y nueve en Áliva). Se trata de estructuras tumulares, en su mayoría de tierra y piedras calizas, deficientemente conservadas. En uno de los de Áliva, se distingue claramente un ángulo de la cámara funeraria. Piensa dicho autor que la presencia de dichos monumentos es prueba de su empleo para ritos funerarios pero ello no implica necesariamente que se tratara de un lugar de hábitat. De hecho, el descenso al valle desde esas alturas es fácil y no lleva excesivo tiempo. Piensa que para esos ritos funerarios buscaban lugares con amplio dominio del paisaje, como lo son los citados. Por último, señalar que Teira sostiene que la difusión del megalitismo se debió a la extensión de una nueva idea aceptada por la población indígena y no a la llegada de otro pueblo diferente.

Como dato aproximativo de las fechas a las que pueden corresponder dichos monumentos megalíticos, digamos que Teira cita una datación realizada en una de las estructuras tumulares del gran yacimiento de la Peña de Oviedo (junto a Mogrovejo-Camaleño), según la cual correspondería a fines del IV milenio antes de Cristo.

Un poco más acá en el tiempo sería el célebre pueblo cántabro quien hollara estos territorios. Como se sabe, los cántabros se hallaban divididos en grupos o tribus. Los prehistoriadores ubican generalmente en Liébana a la tribu de los Coniscos. Esta tribu estaba compuesta, a su vez (como todas las demás), por clanes familiares, las llamadas gentilidades . Una de estas gentilidades de que hay noticia por una inscripción en una lápida funeraria era la de los Pembelos que autores como Solana o Echegaray relacionan con el vecino pueblo de Pembes, lo que, de confirmarse, significaría su casi segura presencia en Espinama.

De todas maneras autores hay, como Eutimio Martino, que creen haber detectado la existencia en el propio Concejo de castros (poblados) cántabros en lugares como la Majada de Hormazos (en Áliva) o Remoña. La existencia de restos de construcciones circulares, de piedra (que con el tiempo y hasta no hace mucho fueron utilizadas como corrales por los pastores) lo probaría. De ser cierto su origen cántabro, cabe pensar que no se tratara de establecimientos permanentes, sino más bien de verano, por cuanto la gran altitud a que se hallan y las duras condiciones climatológicas invernales dificultarían la supervivencia allí de un modo permanente.

El propio Eutimio Martino sostiene la teoría de que las célebres Guerras Cántabras que los cántabros mantuvieron con los romanos entre los años 29 y 19 antes de Cristo tuvieron lugar en su integridad en territorios de Cantabria, frente a quienes situan el ataque occidental de los romanos (el Monte Medulio y el rio Minio) en Galicia. El rio Minio considera que es el Deva para lo que se vale de diversas interpretaciones etimológicas (Remoña y Rumenes por ejemplo serían evoluciones de aquel nombre). El ataque occidental romano habría, pues, afectado a lo que hoy es Liébana y el Concejo de Espinama no se libraría de él pues hasta ahí llegaron los romanos con sus calzadas, según Martino. Así, la llamada calzada de Caoro arrancando desde Llanes seguiría por el río de las Cabras, Ortiguero, Arenas de Cabrales, Caoro, Sotres, puerto de Áliva, bajando a Espinama para, por el puerto de Pandetrave y por Portilla de la Reina, ir a unirse en Riaño a las calzadas de Cea y Esla. El topónimo Campudaves estaría relacionado con ello.

De cualquier modo, aunque los romanos vencieran y conquistaran el territorio cántabro es claro que el Monte Vindio (los Picos de Europa) y las fragosidades de la geografía cántabra permitieron al pueblo cántabro sobrevivir manteniendo buena parte de sus ancestrales tradiciones y creencias. El mismo nombre de "Espinama", cuyo origen según Martino es prerromano, significando algo así como "río", perviviendo después de la dominación romana, demuestra que los habitantes anteriores y su cultura no fue exterminada. Por contra, el nombre de "Las Ilces" deriva, según Martino y Ramírez, del latín, significando "las encinas"; ello demostraría que Las Ilces tiene un origen mucho menos antiguo que el de Espinama.

El mantenimiento de las tradiciones y libertad cántabras se vió favorecido por la decadencia del Imperio romano. La entrada de los visigodos en la Península dejó a Cantabria nuevamente en libertad, libertad que mantendrían a lo largo de todo el periodo visigodo ya que la llamada conquista de Cantabria por Leovigildo fue sólo la conquista de lo que otrora había sido capital cántabra, Amaya, pero no incidió en nada en la mayoría del territorio cántabro, como en el de sus vecinos astures y vascones.

La llegada de los árabes sorprende al rey visigodo Don Rodrigo luchando contra estos pueblos norteños, los vascones en concreto. Cuando parte a hacer frente a aquéllos es completamente derrotado y los árabes ocupan fácilmente casi toda la Península. Los cántabros sin embargo defenderán una vez más su libertad y su territorio. Se hacen fuertes en sus montañas y es en Covadonga donde se enfrentan y derrotan a los invasores musulmanes. Como han puesto de manifiesto autores como Fray Justo Pérez de Urbel, José A. García de Cortázar, Barbero y Vigil, etc. la batalla de Covadonga no tiene nada que ver con lo que luego sería la Reconquista. Es una batalla en la que unos pueblos (fundamentalmente el cántabro) defienden su independencia con la colaboración de algunos visigodos huidos hasta sus territorios buscando refugio. La idea de Reconquista no aparecerá sino muchos años después.

Las Crónicas que narran la batalla de Covadonga aluden a que los vencidos huyeron hasta ser sorprendidos por un desprendimiento de tierras cerca de Causegadia (Cosgaya). Sánchez Albornoz reconstruyó el posible itinerario de huida. De Covadonga al Monte Auseva y de allí a Áliva, desde donde siguiendo el curso del rio Nevandi, bajarían hasta Espinama para seguir hasta el Monte Subiedes cuyo "argayo" les enterró. De estar acertado Sánchez Albornoz, cabe pensar que el pueblo de Espinama no existía aun por esas fechas, ya que del mismo modo que se menciona a "Causegadia" (Cosgaya) se hubiera nombrado a Espinama.

Sin embargo faltaba poco ya para que, por fin, el Concejo de Espinama entrara en la Historia.

Pero antes de recoger esa entrada en la Historia, citemos la tesis defendida en el siglo XIX por Ildefonso LLorente, autor que pretendía ensalzar Liébana y los hechos en ella producidos. Este autor quería demostrar que Don Pelayo era lebaniego y tenía solar y señorío en Liébana. Una de las pruebas de que se vale es una escritura del Cartulario de Santo Toribio del año 1158 en la que Eulalia Domínguez vende al Abad de S. Martín un solar " sacavi de palacio", en el pueblo de Pido. Para él, esa mención a un "palacio" estaba relacionada con el carácter lebaniego de D. Pelayo.

El propio Llorente nos transmite una supuesta leyenda, según la cual, los llamados Campos de la Reina (situados en Áliva) tienen tal nombre en honor a la esposa de Pelayo, de nombre Gaudiosa, quien se enfrentó y derrotó en aquellos parajes a los árabes que huían, con los " pocos montañeses que en aquellos pueblecillos habían quedado", mientras Don Pelayo perseguía a más árabes por las Asturias de Oviedo.

Una leyenda que alude también a estos años, se refiere al hijo de Pelayo, Favila, quien, según la misma, habría sido devorado por un oso en los términos de Las Ilces. Nada hay que lo confirme.

© Gabino Santos