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HABLANDO CON... VICENTE BRIZ



Encuentro a Vicente Briz dos soleadas tardes de invierno sentado en un banco en Santander. Los dos días está trabajando sendas pequeñas piezas de madera con las que quiere hacer unas presorias. Lo deja cuando me pongo a hablar con él.

- La vida mía es... normal, hasta cierto punto.

Vicente "el Manco" nació en Pido el 17/8/1913. Nació con ese defecto en la mano, lo que no le ha impedido hacer en la vida de todo, incluyendo segar, arar... o trabajar la madera como estaba haciendo hace un momento.

Vicente Briz, en Santander. Pulse para ver la foto a mayor tamaño
- Fui a la escuela a Espinama, a la Obra Pía.
- ¿De qué maestros se acuerda?
- Yo fui con tres [duda], con dos maestros, don Guillermo y don Elías. Don Elías Antolín y don Guillermo no sé cómo se apellidaba. Salí de la escuela en 1926, de trece años, de doce, me salí.
- ¿A qué años había empezado?
- A los seis.
- ¿Y tuvo dos maestros nada más? Don Guillermo y...
- don Elías. Don Elías era un hombre que estaba manco. Le había dado un paralís en la mano izquierda.
- ¿Qué tal profesores eran? ¿Buenos?
- Bueno... No podían atender ni había materiales. ¡Si habíamos 60!
- Eran muchos claro
- El último año que fui yo a la escuela me acuerdo que éramos 62 muchachos, se-sen-ta y dos [recalca] muchachos matriculados, o sea, en edad escolar. Y no había bancos, mesa, pupitres. Eran unas mesas... Me parece que nos sentábamos seis. Tenían un cajón para meter allí los libros y vale. Hubo que hacer unos bancos alrededor de la iglesia para sentar los pequeños, los de cinco y seis años. ¡Cómo iba a atender!
- Con edades muy distintas además
- Claro. Y algunas veces los mayores le ayudaban a pasar un poco con los pequeños, a enseñarles las letras. Y don Guillermo era muy buen maestro. Estuvo varios años. Pero yo perdí muchos días de escuela. Muchos.
- Eso les pasaba a todos ¿no?
- No, todos no, pero más o menos sí.
- ¿Por ir con el ganado?
- Yo supe ir, fíjate lo que te voy a decir, ir con las ovejas o con la cría, corderos, o las cabras para un señor que tenía un hijo que tenía un año más que yo y ese no le podía quitar de la escuela. ¿Te das cuenta? Porque estaba preparándose en Turieno que se iba a embarcar para Cuba. Eso lo pensé yo después, ahora, que yo tenga que... y él... ¡Cagüen diez!
- A Vd. ¿le hubiera gustado estudiar?
- Claro, pero... Sí, sí, a mi se me daba bien pero... después que das en faltar, pierdes y... Me acuerdo yo una vez que estaría una temporada sin ir a la escuela cuando me dice mi padre de ir le dije que no volvía si no me llevaba él a donde el maestro. Ya no me atrevía a ir a la escuela. Y fue mi padre y no pasó nada, claro. ¿Qué iba a pasar?
- Y ¿había otras tantas niñas? 62 niños y...
- No. Niñas había la mitad.
- ¿Por que no las llevaban a clase?
- Sí si iban. Pero había menos mujeres.

De la escuela me cuenta también que le gustaban sobre todo los números aunque lamenta no haber tenido un libro de gramática. Recuerda que tenían un único libro y una pizarra que llevaban a clase y que un día que llevaba en la pizarra la cuenta que les había puesto el maestro como deberes, cuando iban para allá, el padre de Vázquez le paró, vio la cuenta y por detrás le puso en la pizarra otro problema: "¿qué extensión tiene una fanega?" Él no supo contestarlo. En la escuela se lo enseñó al maestro que le preguntó quién se lo había puesto y le puso la respuesta. Y cuenta:

- Yo fui descalzo a la escuela.
-¿No pasaban frío? Y las piedras, ¿cómo quedaban los pies?
- Hasta que un maestro, Ramón, [creo entenderle ese nombre. ¿Es el tercer maestro con el que antes dudó?], prohibió que fuéramos descalzos. Las piedras no te mancaban; tenía ya callo. Los pies estaban duros... con decirte que yo alguna vez íbamos con las ovejas y en Pontesqué yo dejaba el calzado y iba descalzo y cuando venía a la tarde lo cogía. Lo que sí sufríamos mucho el mes de agosto meterte por los praos segaos.
- Que la hierba pincha.
- La hierba esa te cortaba por bajo, por los dedos. No podías levantar los pies, tenías que llevar los pies acostá la hierba para que no te cortara. Era peor que las piedras. Y me acuerdo yo en Fuente Dé, estar descalzo, y levantar las vacas que estaban acostadas y meter allí los pies en el suelo que estaba caliente, para calentar los pies. Aquello era la miseria.

Otros recuerdos de esta época son de una vez que fueron a robar fruta, a La Casona. Él iba medio engañado pero iba. Cuando dijeron "Cuidado que hay cepos", él se largó. Y también recuerda, cuando niño, cómo iban a oir "cantar" los carros con ruedas de madera que bajaban de las tierras de La Jorna, Joyagón, El Pedroso. ¡Cómo chillaban aquellos carros!

Cuando dejó la escuela, con 13 años, empezó a servir en casa de Sobrín. Le pagaban 60 ptas. Después sirvió en Baró, en el Palacio de Mogrovejo, en Naranco… Le ajustaban por un año y luego, como aspiraba a más, cogían a otro. En Naranco ya cobraba 400 ptas.

Recuerda que estando en Mogrovejo se enfrentó con el hijo pequeño de los señores y fue donde éstos a pedir la cuenta. Les explicó lo que había pasado. El padre le dijo que no se iba. El tema había sido que Vicente estaba con las vacas que sacaban a una finca por las tardes. Como ya no comían las dejó en la cuadra, sueltas, como las tenían, y se bajó a Mogrovejo al pueblo, donde los mozos. Estando allí, vio una vaca en un prado y se lo dijo al guarda: "Mira donde tienes una vaca". Fue a prendarla y resultaron ser las que él había dejado en la cuadra. El hijo menor de los amos las había soltado. El padre creyó a Vicente porque él le había visto meterlas.

Fue entonces, cuando estaba en Mogrovejo, en 1931, cuando escuchó la primera radio. La tenían en una casa en la cocina, y todos iban, maravillados, a escucharla desde la calle.

También estuvo trabajando en Naranco, para los hermanos que allí vivían. En el río tenía Vicente un butrón con el que cogía truchas, sobre todo los machos en la época de freza. Cambiaba a los milicianos de la posición de La Serna, truchas por aceite. De la iglesia del convento conoció el campanario, con el hueco de una campana, aunque sin ella. Su padre, en determinado lugar, cuando cavaba sacaba granos de trigo quemados.

La única diversión que tenían era beber. Un litro de vino costaba 30 céntimos. Igual se juntaban tres y lo cogían. A veces, también orujo. En las fiestas de Las Ilces, el 30 de diciembre, era por la noche cuando había fiesta. Llevaban un músico o gaitero (había uno de Tanarrio; otro de Pembes, que "tocaba muy mal pero bueno metía ruido"…) y a bailar.

Desde 1937 tuvo a su cargo el correo. Lo cogía en Cosgaya y repartía Cosgaya, Las Ilces, Espinama y Pido. Hasta que se casó. Después fue su hermano "oficialmente" el que durante 30 años tuvo el correo de Las Ilces aunque era él quien lo repartía y quien pasaba los exámenes en Potes. Lo sabían pero les daba igual. Había uno suscrito a un periódico por lo que todos los días había algo que repartir.

Vicente se casó en 1940 y se fue a vivir a Las Ilces. Allí, había muchas tierras. Tenía prados desde Pedavejo hasta la Collá de Cosgaya (su suegra era de Cosgaya). A finales de los años 50, fue de los primeros en dejar de sembrar. No había mano de obra bastante y compensaba más dejarlo para prado. Con un ternero más sacaban para comprar lo que daba la tierra.

El 1 de julio de 1968 entró a trabajar en la Mina, donde estuvo diez años largos como encargado del almacén. Allí pasaba los inviernos. En uno que nevó mucho, en el mes de marzo no les quedaban lentejas ni vino. Con la Ratrac se lo subieron. Era tanta la nieve que había que la Ratrac estaba a la altura de las ventanas de arriba de los casetones. El vino lo descargaron con una bomba hasta los toneles.

Presoria que estaba haciendo Vicente cuando le encontré. Pulse para ver la foto a mayor tamaño
Normalmente, él bajaba todos los sábados y subía los lunes. Bajar era fácil aunque hubiera nieve. El problema era la subida, sobre todo hasta Igüedri. En Áliva ya era más fácil. No llevaba barajones, sino unas botas altas e iban abriendo huella a relevos.

Cuando el racionamiento, no se puede quejar. Nunca le faltó para comer. Además, como vivían con sus suegros, tenían dos cupos, y podía hasta vender algo de tabaco de lo del suegro

Lo que echa de menos de aquellos tiempos es la socialización. Entonces había más relación. Por ejemplo, se juntaban al anochecer, para velar y estaban hasta las 8. Lo hacían hasta el día de San José. Hoy, en cambio, cada uno anda a su aire y todos independientes.

Cree que estos pueblos desaparecen. No nacen críos. El último de Pido ya tiene 4 años. En Espinama, parecido. En Las Ilces, 15-16 años. Así, no hay futuro

Su vida, hoy, transcurre bastante aislada. Se le han ido muriendo los amigos. Además, la sordera le retrae más. Sale, siempre que hace bueno, a dar sus paseos por la mañana y por la tarde; ve la televisión "que no la oigo" y lee (a Salgari, por ejemplo).

Muchas más cosas cuenta Vicente: de las cacerías que se hacían, de la visita de Alfonso XIII en 1920, de los juegos de los críos, de los primeros coches que llegaron a Espinama, de las majadas de Áliva, etc. Menos mal que su vida ha sido "normal".


© Gabino Santos