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1945: TRAGEDIA EN ÁLIVA

Viernes, 5 de enero de 1945. Tras días de intensas nevadas, se miden en la plaza de Espinama, dos metros de nieve. "Nunca nadie del pueblo vió tanta nieve junta", dice Abilio Alonso. El caso es que un grupo de montañeros alemanes permanece, se supone, en el Refugio de Áliva, junto con una cocinera y el administrador del Refugio. En Espinama cunde la alarma sobre en qué condiciones estarán, viendo la cantidad de nieve que hay en el pueblo, y deciden enviar «un equipo formado por seis hombres, de probada resistencia y no menos experiencia, para salir en su búsqueda». Son: Fernando Camacho Campo, José Pariente González, Manuel Briz Briz, Mariano Bedoya Calvo, Benjamín Macho Lera y Celestino Calvo Briz.

Abilio Alonso sigue narrando: «Pero sobre los planes de este generoso y altruista equipo de vecinos de Espinama se cierne la tragedia y cuando llevan recorridos unos cinco kilómetros y, ya dentro del puerto, en el lugar conocido como Cobarance, caminando por la margen izquierda del río Nevandi, [...] al acceder por una ladera con mucho declive, de unos cincuenta grados aproximadamente y a una distancia, también aproximada, del cauce del río de cien metros o algo menos (el río en estas circunstancias no se ve puesto que discurre sumergido a varios metros de profundidad y en no pocos inviernos permanecen algunos tramos tapados hasta bien entrado el mes de mayo), se produce un hecho dramático y entristecedor para todos».

Monolito en el puerto de Áliva en recuerdo del fallecido«No sé cuál es la hora exacta cuando se produce esta nueva tragedia, supongo sobre las trece horas cuando un alud de nieve de grandes proporciones se desprende de la montaña, arrastrándolos hasta pasada la margen derecha del mencionado río Nevandi, dejándolos maltrechos y sepultados; alguno debió quedar medianamente útil para poder auxiliar a los demás; otros se encuentran en estado de inconsciencia, como fue el caso de don Benjamín Macho Lera; incluso, con costillas rotas, caso de don Fernando Camacho que, además, tenía la clavícula fracturada. Don Benjamín Macho Lera tardó como quince días en recuperarse del traumatismo encefálico y mucho más tiempo en ponerse bien. No recuerdo muy bien las lesiones sufridas por don Manuel Briz Briz, don Mariano Bedoya y don José Pariente, pero lo más grave y doloroso es que uno de los vecinos expedicionarios desde una elocuente solidaridad falleció en este accidente, concretamente don Celestino Calvo, cuyo cuerpo no pudo ser recuperado hasta pasados dos días y que creo que cumplía veinticuatro años ese día o al siguiente de Reyes. Finalmente es encontrado y rescatado su cuerpo gracias al auxilio de los vecinos del pueblo que trabajaron con palas quitando la nieve.»

«Volvamos un poco hacia atrás recordando que sobre las cuatro de la tarde del día cinco llegaban a Espinama los primeros expedicionarios, maltrechos y rotos por la tragedia; otros, los más débiles, pasaron algunas horas en los invernales de Igüedri recibiendo los primeros auxilios para ser transportados en camilla hasta Espinama».

Y sigue escribiendo Abilio Alonso: «Todo el pueblo vive la tragedia como suya aunque poco se puede hacer para mitigar el sufrimiento de los afectados y, muy especialmente, los familiares de don Celestino Calvo. El cuerpo es depositado en su casa por varios días, recordemos la incomunicación a que estábamos sometidos por la gran nevada, no pudiendo tener lugar su entierro sin producirse la intervención judicial y la presencia del forense; era un dolor compartido con la familia, padre, hermanas y hermanos.»

Hasta aquí el recuerdo de esta tragedia, tal y como la cuenta en su libro de memorias Abilio Alonso. Creo que cualquier comentario sobra.

Fuente: Alonso Díez, Abilio. Trabajo y amigos para el recuerdo, Edición del autor, Santander, 2003.

[Añadido en 2015:] Mariano Bedoya, que al iniciarse 2015 es el único superviviente de aquella tragedia, la recuerda así en Soy de Liébana:

«Mariano, recuerda que era el 5 de enero de 1945 y un grupo de alemanes llevaban más de una semana cinco días pasando la Navidad en el Refugio de Áliva. "Durante varios días les había llevado víveres con la ayuda de un par de caballos, pero se complicó el tiempo y comenzó a nevar con tanta fuerza que en Espinama nos costaba abrir huella en los caminos". Como no había noticias de los turistas alemanes, los vecinos de Espinama organizaron una expedición de rescate. No era la primera vez que ponían en peligro sus vidas para salvar la de algún montañero en los Picos de Europa. "Fernando Camacho-dice Mariano- fue el encargado de buscar a las personas que iban a formar parte del grupo, en el que estábamos Manuel Briz, Celestino Calvo, José Pariente, y yo. Era viernes, y salimos a primera hora de la mañana del pueblo. Recuerdo que Soli Calvo, hermana del compañero que después fallecería sepultado por el alud de nieve, iba a misa a la iglesia, y que al verme me dijo que tuvieramos cuidado, a ver si nos pasaba algo. Fue un mal presagio. El día no podía ser peor. Calzamos las botas o los escarpines en los pies, introducidos en las albarcas, y con barajones de madera, que eran esquís artesanos, y con poca ropa y una chaqueta, comenzamos a ascender hasta llegar a los invernales de Igüedri, donde paramos a comer algo".

Había tanta nieve en esta zona de los invernales que los componentes de este grupo voluntario de rescate pensaron en volver de regreso al pueblo. Pero en ese momento un claro se abrió entre las cumbres de Picos de Europa, y les animó a continuar con la arriesgada travesía. "En un principio fuimos hasta las portillas de entrada al puerto, donde Benjamín Macho se metió en el interior del cauce del río Nevandi, mojándose por completo. Fue entonces cuando tomamos la decisión de seguir por la derecha de la portilla, pasando por el antiguo camino de Pembes".

Sin embargo, el claro no aguantó mucho tiempo y la nieve volvió a hacer acto de presencia. "De nuevo volvió el temporal que nos impedía incluso hasta vernos, por lo que íbamos todos muy juntos, uno tras de otro. Recuerdo que solo nos veíamos las huellas. Aquello era un infierno. Fue entonces, cuando a la altura de Cobarance nos alcanzó el alud de nieve de lleno, lanzándonos a todos por la ladera abajo" rememora.

"Yo iba en cabeza del grupo y solo recuerdo que quedé sepultado por la nieve boca arriba, pero notaba el brazo que me quedó fuera. Saqué fuerzas no sé de dónde. Yo era muy creyente y besé un escapulario y una cadena. Conseguí ver los bultos sobre la nieve del resto de compañeros, excepto de Celestino. Les fui sacando como pude. A Manuel Briz se le veían solo las botas y estaba muy maluco el pobre. Tenía un brazo roto. Fernando Camacho, tenía estropeado un hombro, y Pepe Pariente, rotas varias costillas. Busqué desesperadamente a Celestino, pero no le encontré. Eran momentos muy duros. Tuve que darles a todos golpes con un palo para que no se sentaran, porque estaban medio inconscientes. Llevé a mis compañeros hasta los invernales de Igüedri, donde tuve que romper el boquerón de uno de ellos para entrar. La situación era difícil. Benjamín Macho, estaba casi sin conocimiento. Le daba vino con mi bota a la boca para ver si reaccionaba, pero no era capaz de podérselo meter".

Mariano Bedoya, después de que aparecerán los alemanes que estaban acompañados por el personal que trabajaba en el refugio, y que éstos se quedaran con los heridos en los invernales, tuvo aún fortaleza para bajar a dar aviso al pueblo de Espinama, donde subieron hasta Igüedri los vecinos con camillas, para poder bajar a los heridos. "No pensé en ningún momento lo delicada que era la situación y prueba de ello es que llegué a Espinama con una sola albarca en los pies. A Celestino lo encontramos al día siguiente, sepultado en la nieve. Fue una tragedia la vivida en aquellas navidades del 45"».

© Gabino Santos Briz, enero de 2015 (del formato, 2024)