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SOLDADOS ESPINAMENSES EN LOS EJÉRCITOS DEL IMPERIO



Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, España construyó y mantuvo un gran imperio. Para lograrlo, fueron frecuentes las guerras, lo que requería de numerosos soldados. Junto a los de origen noble, que, a medida que pasaban los años, eran menos, se alistaban voluntariamente muchos "pecheros", del estado llano. Además, se recurría a levas forzosas cuando se estimaba necesario. Entre los soldados, reclutados de una u otra forma, no faltaron los naturales de Espinama. De alguno de éstos, damos noticia en las siguientes líneas.

El primero al que nos vamos a referir es Pedro de Bulnes quien, tras abandonar hacia 1619, con dieciocho años, Espinama con destino a Castilla, se alista en los ejércitos de Flandes, de donde "vino estropeado y manco de un balaço de una pierna" ("de un valaço que le pasó una pierna", se precisa poco después). Por dicho impedimento, al retornar, no volvió a Espinama y se asentó en Solares. Habrían de pasar unos 58 años desde su marcha del Concejo, para que un hijo suyo acudiera a solicitar su parte de la herencia de los abuelos.

La rendición de Breda, cuadro de Velázquez, que recoge ese triunfo español de 1625 en la guerra de Flandes. Foto de la Wikipedia. Pulse para verla más grande
Probablemente a causa de la misma guerra de Flandes, cuya segunda fase se desarrolló entre 1621 y 1648, o para formar parte de la gran armada que aquel año se montó para enfrentarse a Holanda, varios jóvenes lebaniegos son movilizados en 1639 y, antes de partir como soldados, "entre otros muchos, a la guerra y batalla que con brevedad se esperan en servicio del Rey nuestro señor", hacen testamento. Entre ellos está Francisco Fernández de Noriega que, aunque natural de Sotres, vivía en Espinama por haberse casado su madre en segundas nupcias con el espinamense Juan Rodríguez. En su testamento, Francisco establece que, si pasados doce años no ha vuelto o no ha habido noticia cierta de él, su hermano Alonso Rodríguez de Cosgaya se encargue de partir su herencia y de encargar misas por su alma de la forma que indica.

En la segunda mitad de ese mismo siglo XVII, se producen varias levas. En ellas se solía asignar un número de soldados al conjunto de Liébana (así, por ejemplo, en 1653 y en 1690 tocaban a Liébana ocho soldados), sorteándose después entre los diversos mozos para ver a quien correspondía ir. Parece que había acuerdos para favorecer de algún modo a quien era designado. En ese año de 1653, por ejemplo, el espinamense Diego Rodríguez de Cosgaya declara que "fuimos conformes entre el soldado que había tocado a esta jurisdicción y yo mediante había de ir uno de nosotros de que el que se quedare diese y pagase al otro veinte reales de a ocho". En 1690, Simón de la Peña, vecino de Pollayo, uno de los soldados de la lista, cobra de los mozos de Espinama veintiseis reales de a ocho.

En esta escritura se nos informa de quiénes podían ser objeto de la leva, al decir que cobra "de cada mozo soltero un real de a ocho y de los casados desde dieciocho años hasta quarenta un real de a quatro", cantidad que "se ajustó diese cada uno cuando se hizo la lista de los ocho soldados que tocó a esta Provincia, que se entiende del estado de los onbres buenos". Vemos, pues, cómo tanto los mozos solteros como los casados menores de cuarenta años podían ser llamados a filas. A falta de más datos, desconocemos si el pago acordado es consecuencia de haber contratado a uno para que acuda en su nombre o si más bien es una muestra de solidaridad con los afectados pensando que podía haber sido cualquiera de ellos.

El hecho de ser soldado marcaba. Si volvía de la guerra, se le distinguía con el apodo de "el soldado", como le pasó al citado Diego Rodríguez de Cosgaya o a otro, "el soldado de Pido", que no hemos podido identificar, de cuyos herederos se cita una finca en 1706. Por cierto, Diego, cuando marchó, hizo testamento "por estar de camino para ir al servicio de Su Majestad como soldado que me tocó por suerte en la presente leva".

Pero si Diego tuvo la suerte de volver parece que no ocurrió lo mismo con otros espinamenses. Así, en 1722, en su testamento, María Corral declara que Tomás, uno de los tres hijos que tuvo con su marido Lucas Carril, "fue llevado por soldado y de él no ha avido otra noticia".

Y en 1742, con motivo de la herencia de Santiago Briz, se dice que un hijo suyo y de su primera mujer, Pasqua de la Riva, de nombre Joseph "según notizias en los días y vida de dicho su padre fallezió en La Coruña allándose en servicio de Su Majestad soldado y aber padezido allí una grave enfermedad de calenturas". De otros dos hijos de Santiago, éstos de María Briz, su segunda mujer, se dice que están "ausentes aze muchos años en servizio de Su Majestad y sin saverse si son muertos o vivos". Se llamaban Tomás y Santiago Briz.

No tengo noticias de otros espinamenses que participaran en los ejércitos en estos siglos de la Edad Moderna. Sin embargo, seguro que hubo más. Ellos, como los citados y como muchos miles de españoles más, probablemente para su desgracia, pusieron su granito de arena en las "glorias" del Imperio español.



© Gabino Santos Briz
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