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LAS "MISIONES" EN ESPINAMA



El origen de las llamadas "Misiones populares" organizadas por la Iglesia Católica se remonta al Concilio de Trento (1545-1563). Fue uno de los medios puestos en marcha para evitar que la reforma protestante se difundiera entre la población. Con ellas, se pretendía conseguir fundamentalmente dos objetivos. La conversión, con el lema "salva tu vida", era uno de ellos. El otro, revitalizar la vida cristiana de los oyentes, sobre todo fomentando la recepción de los sacramentos. Se celebraban especialmente en cuaresma, como preparación a la Semana Santa. Con más o menos fuerza según las épocas, llegaron prácticamente hasta el Concilio Vaticano II.

Su mayor esplendor en Espinama fue en las décadas de 1940 y 1950. De las que tuvieron lugar en 1944, contamos con la siguiente reseña, fechada el 18 de abril de dicho año:

«Con gran alegría y entusiasmo fue acogida en esta Parroquia de Espinama la noticia de las Santas Misiones que en ella se habían de celebrar, dirigidas por los PP. Capuchinos, Segismundo de Santibáñez y Pastor de Respenda, del Convento de Montehano. Alegría y entusiasmo que se manifestaron muy pronto, ya con el recibimiento que se hizo a los Padres Misioneros por las Autoridades, Asociaciones Piadosas, niños de las escuelas y el pueblo entero; ya también por los cánticos de saludo entonados por la Coral Espinamense dirigida por su Directora en nombre de todo el pueblo de Espinama. Entre cánticos de misiones, escoltando el Estandarte de la Divina Pastora de las Almas, se llegó al templo donde se dió principio a la Santa Misión con el Veni Creator Spiritus, rezo del santo rosario, Plática y sermón.

Foto de una de las misiones celebradas en Espinama. Foto facilitada por Luis Rodríguez. Pulse para verla más grande
La animada asistencia de los fieles a estos actos, nos hacía suponer que desde el día siguiente, los actos de la misión, tanto los de la mañana, pero principalmente los de la tarde, habían de estar concurridísimos... No se defraudaron nuestras esperanzas: la Iglesia era todos los días insuficiente para recoger dentro de sus muros, a todos los fieles que se acercaban a escuchar la Divina Palabra. La animación y el entusiasmo crece más todavía: los hombres, deseosos de profundizar más en las verdades de nuestra sacrosanta Religión, se acercan a los PP. Misioneros pidiéndoles conferencias especiales para ellos; igualmente lo hacen después las mujeres en los últimos días de la misión. Bella idea recogida con regocijo por el celo infatigable de nuestros Padres Misioneros. Sí, por su apostolado que supo iluminar nuestras inteligencias, cautivar nuestros corazones, alegrar nuestra vida con la meditación de las verdades de nuestra Religión. Si, con mucha alegría se esperaba durante todo el día la hora de la tarde para acudir al ejercicio de la Santa misión... muy alegre y emocionante nos parecía el Rosario de la Aurora por las calles al mismo tiempo que el astro de la mañana posaba sus fulgores en los pintorescos Picos de Europa... muy conmovedor y emocionante resultaba por la noche, entre las sombras misteriosas de aquellos picos, la meditación de los pasos dolorosos del Calvario.

Dieron comienzo las Comuniones en la misión con la comunión de los niños, hermosa y edificante, seguida de la renovación de las Promesas del Bautismo; al día siguiente se tuvo la comunión de las Hijas de María, terminando con la Consagración a María Inmaculada; después, se tuvo la comunión de mugeres [sic] y el domingo, último día de la misión, se celebró con toda solemnidad la comunión de los hombres, muy numerosa y edificante, ya por los fieles de esta parroquia, como también por los que acudieron de los pueblos vecinos.

La despedida fué de profunda emoción: no eran vivas los que salían de nuestros labios; eran lágrimas las que brotaban de nuestros ojos ante la partida de nuestros PP. Misioneros. Su recuerdo y su cariño vivirá para siempre en nuestros corazones.

Quiera Dios que siempre también tenga lozanía la semilla de la Palabra Divina que estos dos celosos misioneros plantaron en nuestras almas
».

Probablemente se refiere a esta misma misión -la sitúa hacia 1945-, Abilio Alonso en su libro "Trabajo y amigos para el recuerdo", quien, más sencillamente, la resume así:

«La monotonía del pueblo se altera cuando un grupo de religiosos capuchinos, lleva a cabo una misión en nuestro pueblo de una semana de duración. La voz grave de los padres, su larga barba, pero sobre todo la oratoria de grandes predicadores, deja en nuestras conciencias el distintivo del bien sobre el mal; hay durante todo el día ejercicios, unos para niños, otros para matrimonios y para todos; otros, conjuntamente; recuerdo que, en general, estuvo todo muy bien, pero el alma no se encuentra a gusto dentro de un cuerpo maltrecho y oprimido.

El párroco, recordemos, se llama don Jerónimo Palacios Escobar, está por entero dedicado a su feligresía y lo organiza todo muy bien y la misión de los capuchinos termina en "olor de multitud" con la construcción de una cruz de madera, con la lectura de: "Muerte, Juicio, Infierno y Gloria"; y en su parte inferior grabada la fecha en que había tenido lugar la misión, siendo después colocada en el interior de la Iglesia a su margen izquierda, próxima a la Pila Bautismal


El mismo Abilio recuerda, unas páginas después, la misión celebrada en el curso 1949-50, predicada por los capuchinos Laureano de las Muñecas (primer director de la revista "El Santo") e Isidro de Sahagún, que sirvió para despertarle su vocación.

Otras misiones se celebraron por aquellos años, con asistencia, normalmente, multitudinaria, como testimonio de una época en la que la religión estaba más presente en la vida cotidiana.


© Gabino Santos